Participar en el Programa Nacional de Actividades de la XXI Bienal de Fotografía 2025 significó para mí poner mi voz y mi experiencia en un espacio de resonancia artística, donde usualmente las miradas disidentes quedan al margen. Fue una experiencia significativa ya que considero potente descentralizar la noción de quién puede producir conocimiento artístico y desde qué lugares se generan los discursos sobre las disidencias, en particular del trabajo sexual, ya que fue la propuesta que desarrollé a través de los talleres. Estas acciones me permitieron poner en diálogo mi propia vivencia con otros contextos, personas y geografías distintas, evidenciando que el trabajo sexual y mis indagaciones artísticas no son un tema lejano o ajeno, sino que por el contrario, son una realidad cotidiana que merece otras representaciones más críticas y éticas. En ese sentido, el programa de actividades de la Bienal me confirma que mi lugar como artista disidente es legítimo y necesario en estas plataformas.