En un albergue de Tijuana, México, niños migrantes juegan a matarse y a ser los protagonistas de bandas rivales. Paradójicamente, muchos están aquí huyendo con sus familias de la pobreza extrema y de la amenaza de las pandillas y su violencia. Todos ellos llegan a esta ciudad buscando cruzar a Estados Unidos, sin embargo, no son pocos quienes se quedan a vivir y trabajar aquí. Esta esquina de América Latina no late, se convulsiona. Es un lugar complejo donde personas de distintas partes del planeta optan, año con año, por venir a “dar el brinco” hacia el norte en busca del “oro prometido”. Al fotografiarlos, no intento generar cambios en sus vidas. Pienso que la fotografía no tiene el poder para hacerlo, pero al menos puede aspirar a ser parte de la historia que se contará en el futuro (si es que lo hay), sobre por qué las cosas resultaron de una manera y no de otra.